LA POETA HELENA RAMOS

foto Helena

Rescatando del olvido a la gran poeta nicaragüense

AURA ROSTAND

Esta vez no encuentro por donde comenzar: si presentando a la poeta nicaragüense olvidada por no decir ignorada y ya desaparecida Aura Rostand o a la poeta nicaragüense- rusa que la ha rescato del olvido.  No es posible separar a la una de la otra, porque gracias a la segunda poeta, podemos conocer a la primera. Me decido por comenzar por la segunda, reconociendo el invalorable empeño de Helena Ramos, que como agente especializada en investigación,  ha desenterrado de la fosa perdida Aura Rostand. Esta poeta, igual que ha sucedido con muchas poetas mujeres, vivas y muertas, han sido marginadas y excluidas de antologías literarias en Nicaragua, en virtud de su condición de mujeres. Sin embargo, la calidad de sus obras las ubica a la par de grandes poetas latinoamericanas, como la premio nobel Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de de Ibarbourou y de tantas poetas más, que no separan el feminismo de la literatura escrita por mujeres. ECOS DE LOBA, se siente honrada de tener Helena en sus páginas.

Nadine Lacayo Renner

Helena Ramos

Es una rusa convertida al español, como ella misma dice. Dedicada al rescate y promoción de la literatura escrita por mujeres. Pero sobre todo es poeta, narradora, periodista, promotora cultural e investigadora y crítica literaria. Master of Arts en Periodismo por la Universidad Estatal de Leningrado. Vive en Nicaragua desde 1987. En 1997 su poema “Desolvidándose” obtuvo el primer lugar en el ramo de poesía del II Certamen Centroamericano de Literatura Femenina, convocado por el Consejo para la Cultura y el Arte (Concultura), Unesco, PNUD y la Universidad Tecnológica de El Salvador. En 2006 su poemario Polychromos recibió el Premio Único del Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres Mariana Sansón.

Ha publicado los siguientes títulos: Río de sangre será mi nombre (poemario). Managua: Fondo Editorial CIRA, 2003; Polychromos (poemario). Managua: Asociación Nicaragüense de Escritoras, 2006; Mujeres de sol y luna/Poetas nicaragüenses/1970-2007 (antología). Managua: Centro Nicaragüense de Escritores, 2007; Compatriotas en Nicaragua (ensayo). Managua: Arana Impresiones S. A., 2013. Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. Integrante del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), integrante fundadora de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (Anide) y coordinadora del capítulo nicaragüense de la Red Internacional de Investigación sobre Literatura de Mujeres en América Central.

 

Libro

Aura Rostand resurge del olvido

Ahora el nombre de Aura Rostand ni significa ni evoca nada incluso para la mayoría de aquellas personas que aman la poesía. ¡Y pensar que en 1920 ella causó sensación en los círculos literarios de Nicaragua y que en breve sus versos atrajeron la benévola atención de la crítica de Centroamérica, México, Cuba y Colombia! Colocaban su nombre junto a los de Gabriela Mistral (1889-1957) –nada menos que la primera nobel latinoamericana–, Alfonsina Storni (1892-1938) y Juana de Ibarbourou (1892-1979. Sin embargo, luego fue cayendo en el olvido y hasta ahora estamos redescubriendo y justipreciando su obra.

Su nombre de pila era María Isabel Selva Escoto; nació en León, cerca de 1899, en vísperas del siglo XX, en el hogar formado por Evangelina Escoto Baca y el Lic. Salomón Selva Glenton. Aquí alguna lectora avezada quizá exclame: “¡Esperen, esperen, así se llamaban los padres de Salomón de la Selva!”. Exacto. María es una de las hermanas menores del poeta; la única que compartía con él la vocación literaria. Luego de haberse graduado en el Colegio la Asunción, se dedicó al magisterio; probablemente, lo hizo porque necesitaba ganarse el sustento, pues los Selva eran una familia eminente, pero su situación económica distaba mucho de ser holgada, y la muerte de Salomón Selva en 1910 tornó las cosas más difíciles todavía.

El año 1920 fue crucial para María: a partir del mes de febrero empezó a publicar sus poemas en el semanario capitalino Los Domingos. El periódico la presentó como una “distinguida señorita metropolitana”, señalando que ella había solicitado preservar su anonimato. Desde aquella vez y durante toda la vida utilizó el seudónimo Aura Rostand. Se lo puso en tributo a Edmond Rostand (1868-1918), dramaturgo y poeta francés que combinaba el virtuosismo formal de los parnasianos, la densa expresividad de los simbolistas y las impetuosas pasiones de los románticos. La comedia heroica de Rostand Cyrano de Bergerac, estrenada en 1897, fue inmensamente popular. Su protagonista – el personaje predilecto de María– es exquisito poeta y feroz espadachín, orgulloso, valiente hasta la temeridad, gran patriota y amante y amigo abnegadísimo. En abril de 1920 la joven María fue nombrada directora de la Escuela Primaria Graduada de Niñas No. 2 de su ciudad natal.

Admirada y censurada

En ese entonces, los lectores que admiraban los escritos de la misteriosa portalira ignoraban su verdadera identidad, y así continuó hasta 1922, cuando ella hizo saber que María Selva Escoto y Aura Rostand eran la misma persona. En la primera plana de Los Domingos apareció entonces el artículo “Aura Rostand ante el público”, afirmando que ella era “la mejor poetisa de Nicaragua”. “Ninguna otra de las actualmente conocidas puede ocupar ni un segundo puesto a su lado”, proclamaba enfáticamente. Pero el semanario también habló de “encumbradas damas de salón que consideran que eso de que una mujer tenga talento como síntoma de inmoralidad, cuando no una terrible desgracia” y de “los muchachos bailarines, que apenas saben firmar, que creen de un modo ciego que nuestras mujeres han nacido para obreras: saber zurcir, bordar, aplanchar, etc., y por refinamiento, saber dar unos pasos de fox-trot y tocar unos tantos bailables al piano”. Este análisis nos indica que la joven literata fue aplaudida por los admiradores de las artes, pero desaprobada por todas aquellas personas quienes creían que ser ama de casa era la única ocupación adecuada para una mujer.

En ascenso

Sin embargo, Aura estaba decidida a conquistar su espacio en los cenáculos, pese a que eso implicaba asumir actitudes “inapropiadas para una señorita”, asistiendo a tertulias por su cuenta, sin un acompañante masculino que la “cuidara”. William Henry Doña, en su libro El espíritu de Managua: Managuadas (México: Ibero-Mexicana, 1956), carente de méritos estéticos, pero pródigo en datos interesantes, cuenta que los jóvenes poetas de Granada y León solían venir “en pelotón” al parque de la capital y que Aura ponía “en verso y rima más dulzura / reviviendo con Bergerac la romántica aventura”. En mayo de 1922 la escritora fue admitida en el Ateneo Nicaragüense, asociación que agrupaba a numerosos intelectuales de la época (varones todos).

A mediados de los años 20, publicaba ya no solo en los medios de Nicaragua, sino también en Honduras, El Salvador, Costa Rica, Cuba y hasta Argentina. Resulta probable que haya más textos suyos dispersos en las revistas y suplementos de otros países, pero aún no han sido localizados.

Viajes

Apenas estamos empezando a reconstruir la biografía de Aura mediante pistas en los documentos de la época, como, por ejemplo, memorias del Ministerio de Instrucción Pública y registros aduaneros. Así sabemos que en 1923 viajó a los Estados Unidos, probablemente para “curarse de una dolencia contraída en el desempeño del magisterio”, pues para tal fin le fueron asignados de la Tesorería General 300 córdobas. Al año siguiente, zarpó de Corinto junto con su hermano Salomón arribando a Nueva York el 9 de julio. El 22 de julio salieron de Nueva York rumbo a Baltimore, Maryland, para asistir a un evento de la organización sindical American Federation of Labor. Eso indica que había entre ellos no solo el cariño de parentesco sino la afinidad de ideas e intereses.

Durante todo este tiempo continuó desempeñándose como directora de la Escuela Primaria Graduada de Niñas No. 2, hasta que en 1924 su hermana Evangelina Selva Escoto la sustituyó en el puesto, pues María se trasladó fuera del país. En febrero y marzo de 1925 fechaba sus poemas en la capital de México y afirmó en una declaración oficial que ese año visitó Nueva York.

“¡He de cantarte, amor, y tu sonrisa!”

No hay datos sobre dónde estuvo y qué hizo Aura en 1926; debió haber sido un año muy trascendental en su vida porque el 5 de febrero de 1927 se casó en León con José Asdrúbal Marcelino Ibarra Rojas (Managua, 18 de junio de 1896-Los Ángeles, 14 de septiembre de 1987), cirujano dentista graduado en los EE. UU. Ojalá algún día sepamos más sobre aquel romance.

Fue un matrimonio civil porque Asdrúbal ya estuvo desposado con la norteamericana Florence Samuelson. Siendo María muy católica, apostólica y romana, la imposibilidad de casarse por la iglesia pudo haberla magullado, pero sus poemas de entonces desbordan gozo:

¡He de cantarte, amor, y tu sonrisa!

He de cantarte, amor, ¡que así me llenas!:

me doblo al peso fiel de tus caricias,

me arrobo al escuchar de tus promesas.

Honores y dolores

Poco después de casada, María fue nombrada cónsul de Nicaragua en Detroit. En ese tiempo era usual que poetas desempeñaran cargos diplomáticos, y ella fue la primera mujer nicaragüense a la que cupo este honor.

Aunque su consulado estaba ubicado en Detroit, María visitaba con frecuencia Nueva York, donde sus hermanos Salomón, Roberto y Fernando estaban a cargo de El Burro, la cantina clandestina (fue durante la ley seca), a la que acudían Diego Rivera (1886-1957), Jean Cocteau (1889-1963) y otros artistas y había un ambiente cultural acorde al espíritu de Aura.

Ilusionada con su embarazo, componía preciosos versos a su futura bebé, pero a finales del año la criatura nació muerta. El dolor de la maternidad truncada impregna los poemas de aquellas fechas…

¿En dónde estás, niña mía,

mía que de mí naciste,

mía que de mí te fuiste?

 

Había de darte a luz,

¡y a la sombra te di,

niña mía que perdí!

 

Y ahora estás bajo tierra,

tierra de esta tierra fría

¡y no de la tierra mía!

 

Llegará hasta ti la nieve,

y tu cuerpecito inerte

sentirá otra vez la muerte.

Porque el beso de la nieve

ha de ser frío, muy frío,

¡pobre cuerpecito mío!

Aura pasó 1928 entre Detroit, Nueva York, Panamá y Nicaragua. La atormentaba que su patria estuviera bajo la ocupación estadounidense. “Ruidos de cadena (¡quisiera morir!)”, gimió en uno de sus poemas de aquel entonces. Igual que Salomón de la Selva, Aura admiraba a Sandino y en los años 30 escribió sobre él varios artículos.

 

Inaugura la poesía costeña

En 1929 todavía ocupaba el cargo consular; el 28 de noviembre asistió al homenaje que Panamá rindió a su afamada poeta María Olimpia de Obaldía (1891-1991) e impresionó al público con sus versos. Después de regresar a Nicaragua, la pareja se estableció en Bluefields. Aura inauguró el tema costeño en las letras del Pacífico; “Mediodía en Bluefields” irradia alegría vital:

Morena me ha puesto el sol

(lo moreno es un primor),

ya se ve cómo el amor

es más amor bajo el sol

¡de este Bluefields sin aleros

callejeros!…

 

En México

El 29 de septiembre de 1930 nació Aura María Ibarra de la Selva (que falleció en 2013 en el D. F., donde residió casi toda su vida y procreó numerosa familia). A la niña le llovieron alegres nanas de variados ritmos. El 28 de junio de 1934 nació en Managua Esteban Asdrúbal Plutarco Ibarra de la Selva, fallecido en el D. F. en 1972. Pero algo sucedió en ese matrimonio… A mediados de los 30 María con sus hijos se marchó a México sin Asdrúbal. En 1939 se formalizó el divorcio, que fue solicitado por el esposo.

En el país azteca Aura fue una exitosa periodista; cultivó amistad con el legendario marxista antiestalinista Víctor Serge (1890-1947); frecuentaban la casa de ella personajes más ilustres de la cultura mexicana: Frida Kahlo (1907-1954), María Félix (1914-2002), Mario Moreno Cantinflas (1911-1993), Agustín Lara (1897-1970)…mLa sobrina de Aura María Manuela Sacasa Selva relata que su tía estuvo muy enferma durante los últimos años de su vida; pasaba mucho tiempo en una cama de posiciones y tenía que respirar oxígeno puro para aliviar los malestares. Aun así, en una mesita al lado siempre tenía la máquina de escribir.

Más allá…

Al parecer, no abandonó la poesía, pero sabemos casi nada de su obra a partir de 1933. Como nunca publicó en libro y ya no estaba presente en los círculos literarios, su estela empezó a desvanecerse. Cuando falleció en 1957, en Nicaragua ni siquiera se supo la noticia.

En una entrevista afirmó haber tenido listos para la imprenta tres libros de poesía y uno de poemas en prosa: Tejiendo un ensueño, Cristal, Huerto cerrado y Danza. Ninguno vio la luz en vida de su autora. Ignoramos por qué Aura Rostand descontinuó su ascendente y prometedora trayectoria literaria, no se decidió a imprimir los poemarios y rompió todo vínculo con los medios y los literatos de su país natal. Tal vez haya un drama personal tras ese silencio.

El tiempo volvió amarillas las páginas de aquellas revistas en las que otrora aparecían sus textos y su nombre se tornó apenas una referencia imprecisa, hasta que en 2013 el Banco Central de Nicaragua publicara una recopilación póstuma, bajo el título Huerto cerrado. En 2014, Aura María Vidales, una de las nietas de María –poeta y periodista como ella– editó, bajo el mismo título, el poemario original de Rostand que, por fortuna, se conservaba en el archivo familiar.

En uno de sus poemas Aura se refirió a un futuro más allá de la vida:

Eso será

–no sé cómo ni cuándo–

eso será

más allá…

Emigrando

por Venus o la Luna…

Eso será

más allá…

Porque en alguna

otra vida nos vimos,

en otra… y fuimos…

Eso será

más allá…

O si jamás

hemos sido, quizás

eso será

más allá…

 

Su “más allá” es ahora, aquí. Por fin podemos leerla.

 

 

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